Las noches y los días destellan por igual,
simplicidad que ya proscribe toda perplejidad,
en mis sueños desnudo me reconozco.
Añoranzas y esperanzas aún se dan la mano,
fidelizan mi razón a mi identidad,
cursando mis venas, tonificando rebeldía.
Cumplo o acumulo años, ya no sé bien.
Acaricio la viva memoria de los míos,
recuerdo peruano de nobles enseñanzas,
y que parece que se alejan doblando cada esquina,
a ritmo de tropel ensombrecido.
Ya he conocido la oscuridad y la luz.
En mi sosiego, apaciguo sus tonalidades,
pero los vientos siempre soplan fuerte,
velas retoñas y crecidas son arreadas,
briosas, extrañas o desconocidas.
Observo cercano un bosque brumoso,
pregunto, y el silencio de los hechos es ruidoso,
puntos sobre las íes por allí desentonan,
ya casi todo da igual, se pierde distingo,
así, me horada la luz de mis referentes.
Es un vivir que joven no podía imaginar, y ahora,
un sentir tan cotidiano como mi almohada;
es como se me presenta la vida con un año más,
desnuda, desafiante, deseosa y por ratos bella.
Mi andar es orillado y surca mi recorrido, y
humedezco mis labios en el pozo de mis raíces,
deseando terco un nuevo y prolífico amanecer,
ese que mereció siempre mi prójimo carente,
nacido sin pesebre, labriego de suertes y porfío soñador.
Lima,13 de diciembre de la era cristiana,
tierra de cunas y saberes ancestrales