HOMENAJE A DON CÉSAR ALCORTA SUERO

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Por Javier González-Olaechea Franco

 

Acontecen los días y anochecen las tardes,

la luna se encuentra con su diosa Selena,

amanecemos con los sueños despiertos,

algunos de antaño y otros gestándose.

 

Las canas y los años surcan nuestros rostros,

pero el saber ni amanece, ni anochece.

Tampoco lo hace la calidad del hombre y menos aún,

de quien encarnó la bonhomía y nos obsequió la tertulia.

 

Nos, congregados en la amistad con y por Patipo,

esa incondicionalidad propia de los afectos,

es justo y muy grato que lo recordemos desde sus saberes,

propiedad inmortalizada en Atenea, Sarawasti u Ogmios.

 

Con ese espléndido dominio de la riqueza inigualable del castellano,

con el que tanto nos deleitó, enseñó e hizo reir,

Patipo, desde la profundidad de su alma bella y amiga,

nos obsequió y enriqueció desde su gran peruanidad,

fue, en esta familia, como nuestro ancestro precolombino,

el olvidado hatun yachacc, el hombre que más sabe.

 

Patipo fue un Grande, se lo llevó la pena profunda,

por sus venas, corrieron sus lágrimas y descendientes,

y en ese mar profundo de aguas procelosas, partió.

 

El partir es un fluido para quienes sabemos admirar.

Ésta cofradía nació de él y por eso aún dolidos estamos,

extrañamos al gran amigo y al notable peruanista,

a César, el que amó vibrando nuestro ser identitario.

 

Brujas de Cachiche, 24 de octubre del 2019

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