Evocar al padre Sancho, es sumergirse en procelosas aguas,
es como encontrarnos únicos en el mundo de las especies.
Pero maestro, ¿ a donde nos conduce evocarlos,
si tiernos nos presumimos de él
y ya crecidos lo juzgamos menos virtuoso?
Allí habrás de encontrar mi fiel y curioso amigo,
las respuestas que de niño ni siquiera fraguaste.
Ser padre es un don divino y un largo camino;
aquel que esquina los sentimientos más íntimos,
porque se doblan con apresurada facilidad!
¿Y cómo puedo por igual quererle y alejarme?
No, no encontrarás así ni la razón ni la dicha.
Ya tronco soy y lo serán también todos mis descendientes,
robusto aún y ya ojeando la vida y el diario acontecer,
con heridas con trazos leves y otros imborrables.
Cambiarán y caerán mis hojas empujadas por las nuevas,
acorazado, brío o vencido en noche de plenilúneo;
y tú Sancho, por luengos , talentosos y tercos sean tus días,
siempre serás así y allí y no habrás de talar jamás tus raíces,
porque tan sólo son, como es la blancura del objeto blanco!
Hoy recuerdo a mi padre, frondoso en saberes,
tierno en sentires, suyo de suyos y tenaz en noblezas.
Soy un de sus troncos que renace en los míos.
Imitarlo siendo aún tierno quise,
juzgarlo y tropezar después torpe pude;
y hoy ante su siempre presente luminosos recuerdo,
tan sólo llorarlo, amarlo y evocarlo con orgullo puedo.
Siempre parte de tu peruano tronco, feliz día viejo.
Lima, junio del 2018
One comment
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