Vox Populi: La era disruptiva

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El mundo en el que vivimos ya no existe. Asistimos a la transición de una era de cambios a un cambio de era, la Era Disruptiva. Es un nuevo tempus Guttemberg que ya sentó sus fueros por la irrupción de la tríada conformada por la inteligencia artificial, las nuevas tecnologías comunicacionales y la bioingeniería, singularmente.

Entiendo por disrupción el cambio brusco, vertiginoso y determinante de un conjunto de paradigmas y reglas que sustentan un sistema. Werner Weisenberg, nobel de física con 31 años, padre de la física cuántica, afirmó hace más de 80 años: “todo tiene que ver con todo en todos los puntos y en todo momento, todo es relación y nada existe fuera de esa relación”, certeza en la naciente Era Disruptiva.

Un signo distintivo de esta era de velocidad exponencial es la generación de conocimiento e inteligencia artificial aplicados a la producción digital, satelital y robotizada de bienes y servicios. Involucra factores, entornos, hechos, vivencias, valores y acontecimientos con exponencial tendencia irreversible.

Siendo que el planeta es 30 % tierra y 70% agua aproximadamente, hemos sustituido en un siglo dos tercios de campo por dos tercios de cemento y, en adición, hemos extendido las ciudades, apreciándose así el valor de la tierra como bien escaso.

En los últimos 20 años, hubo más cambios que en el segundo milenio. Con más actores internacionales, la guerra fría mutó de ideológica a geoeconómica. Hemos perdido y cedido soberanía. Hemos traspasado fronteras sin rubor confundiendo lo público con lo privado cuando hacemos negocios.

La crisis de la confianza, binaria como el cerebro, se expande con apellidos: humanitaria, alimentaria, financiera, laboral, sanitaria y más. Transitamos del mundo bipolar al unipolar, al multipolar y ahora al apolar, una extraña anomia internacional.

La conformación del Consejo de Seguridad de la ONU no permite un orden mundial justo, ni siquiera un orden. Está detenido en Yalta. Ya no hay sheriff global. La seguridad internacional ha mutado con más potencias que enriquecen uranio a los fines nucleares y sin acuerdos. Desde el fundamentalismo, todo es arma letal.

La guerra tradicional también ha mutado. A los tres ámbitos tradicionales de combate, el terrestre, el marítimo y el aéreo, se ha sumado, con primacía y omnipresencia, el espacio exterior. Quien domina el espacio exterior adopta la novísima doctrina del multi-dominio incorporando en redes inteligentes, la ciber inteligencia, la seguridad, el ciber ataque y la geolocalización de todas las nuevas tecnologías con casi nulo margen de error. Estados Unidos de Norteamérica ya demostró su increíble poderío y precisión a 15,000 metros de altura con el bombardeo quirúrgico en enero de 2020 al convoy iraní. La supremacía militar de Washington del espacio exterior es un factor indiscutiblemente disruptivo en las relaciones internacionales.

Estados Unidos, aún la primera potencia, tiene 2 vecinos y 24 mil kilómetros de ríos navegables y es, en proporción, el país más integrado del mundo. Persisten invirtiendo en tecnología, sin embargo, no hace mucho China patentó más del 62 % de los nuevos inventos en el mundo y es tendencia.

El archipiélago chino, el Estado más continuo de la humanidad con 6,000 años de historia (con un “paréntesis” de más de una centuria de dominio y presencia británica) tiene, con la misma extensión territorial de los Estados Unidos de Norteamérica (aprox.), nada menos que 14 vecinos terrestres: Corea del Norte, Rusia, Mongolia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Pakistán, India, Nepal, Bután, Myanmar, Laos y Vietnam.  Y frente a sus costas están Cortea del Sur, Japón, Filipinas, Brunei, Malaysia e Indonesia. Este gigante alberga una mayor variedad étnica que la Unión Europea.

Tras Mao Tse Tung, Den Xiaoping, nuevo líder de la revolución china, inició una gran reforma hace 43 años conocida como “El Gran Salto”. Reemplazando progresivamente la gerontocracia ideológica y política por una tecnócrata y gestora, apalancando el deliberado dumping laboral y el dumping monetario chino, ha logrado que hoy se creen 53,000 unidades empresariales diarias, que incorporen anualmente más robots que la UE y que con buques-fábrica en aguas internacionales sin controles inunden todos los mercados posibles por centavos embistiendo ferozmente las producciones nacionales.

La estrategia china es masiva y violentamente disruptiva a los efectos globales y peruanos. En adición a lo arriba subrayado y como parte de su modelo de capitalismo económico y comunismo político, China no ha ratificado gran parte de los 8 convenios de derechos fundamentales de la Organización Internacional del Trabajo, especialmente el Convenio N. 87 sobre libertad sindical y el Convenio N. 98 sobre negociación colectiva que constituyen tratados internacionales multilaterales, lo que aprovecha para “competir” en condiciones desiguales con los países que sí los han ratificado y que, por ende, están obligados a cumplirlos y a someterse a diversas verificaciones internacionales, especialmente, a los órganos de control de dicho organismo internacional

China consumió en 15 años más cemento que los Estados Unidos de Norteamérica en el siglo pasado. Del puesto 29 en volumen de importaciones y exportaciones saltó al primero. China, vía el Bank of China, salió de shopping y compra todo lo que puede. Se impone potenciando el paradigma que sobrevivir y crecer es producir más y mejor con menos dinero y menos personas.

Sumergidos en la videocracia y en la sociedad teledirigida, somos el homo videns de Sartori y no escapamos ni de la nube ni de la big data. La revolución digital desde la inteligencia artificial, las plataformas digitales, el e-business, e-comercee-marketing y la geolocalización de todo conllevan nueva terminología, grafología y actitudes. Desnudos, perdimos el anonimato: somos data y targets.

Se duplica la capacidad de las computadoras cada 18 meses y los robots se pagan en 24 meses. Con la tubo-navegación, las fibras inteligentes que en la ropa o debajo de la piel cuidarán la salud, los materiales inteligentes, la comunicación humano-máquina, la evolución de la realidad aumentada, la creatividad computacional, el cerebro sensorial aumentado y la ubicuidad de todos los sensores, entre otros avances, nos conducimos a un mundo mayoritariamente desconocido. Enfrentamos colosales y variados retos desde el neo alfabetismo, la neo exclusión y la incertidumbre que genera el síndrome de ansiedad disruptiva y la patología del vacío que inmoviliza.

Desprovista de robustecidos valores, siendo sí más bio empáticos, la nueva era fortalece el concubinato entre informalidad y precariedad de más del 60 % de los adultos mundialmente. Aproximadamente, 40 millones de personas buscan trabajo anualmente, 40% de los actuales empleos serán reemplazados por robots e inteligencia artificial en 20 años y 60% de los niños de USA buscarán trabajos cuyos perfiles laborales no se han aún creado. Las brechas entre países, estratos y personas indefectiblemente aumentarán en el corto plazo.

La selección natural de las especies de Darwin promueve el reemplazo laboral. El bornout o quemado laboral soporta el bullying social. Es un neo excluido. La asimetría contractual y el poder disciplinario digital se acoplan y el fenómeno viral crea la imperturbable Post Verdad. Desde el multiempleo y la precariedad, los migrantes informáticos conviven con el coworking y el croudsourcing. La “libertad geográfica” enterró la carrera laboral. La e-residence de Estonia, el país más digital, permite hacer negocios sin visitarla y el lago suizo de Zeg se expande como cripto-sociedad.

Nuevas generaciones desplazan a los apus citadinos batiéndose en favelas, añadiendo nuevas asimetrías a las existentes, mientras observamos la pobreza y demás lacras como paisajes costumbristas.

Constatamos que la Era Disruptiva es una realidad, vive en nuestras mentes. Y solo existe lo que pensamos que existe, lo concebido, condicionando nuestras decisiones desde nuestras percepciones. También, constatamos la defunción del estado de bienestar, la expansión del mal-estar y, principalmente, que la actual educación es absolutamente disfuncional al mercado. Ante la descomposición aún mayor del tejido social, caben todavía soluciones en esta descarnada transición. Platón postulaba una educación igual para todos y Aristóteles distinguía la justicia aritmética de la geométrica, base esta de la redistribución.

Los libros sagrados subrayan la solidaridad y la cooperación. Los hebreos la extendían desde su sangre y raza al elegido pueblo de Israel. El cristianismo ensambla ambos preceptos de sobrevivencia en la familia expandida desde las catacumbas de la fe horadando y convirtiendo conciencias. El mundo andino legó la ley de la hermandad, de la reciprocidad y de la cooperación. Especial relevancia tenían, el hatun yachacc, el que más sabe y el yachaqq simi cheqaq simi, el hombre de orientación justa.

Resistencias y respuestas ya emergen. Tendencias a la vida lenta, aspiraciones de la generación zeta, el derecho a la desconexión digital terminada la jornada laboral que Francia garantiza y una new taxation a las grandes empresas que lideran los cambios y cuyas ganancias siguen el mismo, entre otras.  Evidenciando la humanidad su evidente fragilidad, no asistimos a un debate tecnológico, nos enfrentamos a un dilema moral sin precedentes. A partir de estas incipientes reflexiones, preservemos a la persona desde la impostergable regeneración educativa de una civilización que asegure la gobernanza social de la Era Disruptiva.

No nos enfrentamos solo a un debate tecnológico. Estamos expuestos a un dilema existencial y moral sin precedentes. Por primera vez, desde el sapiens bípedo, nuestros jóvenes planetarios, los coronials, carecerán de la capacidad de asombro una vez acontecida esta total disrupción existencial cuando llegue el año de la Singularidad con la creación de la vida humana por cuenta de la inteligencia artificial y la bioingeniería en menos de quince años. Con superioridades predeterminadas, se abrirán paso subespecies humanas al mejor postor como el fenómeno que terminará por cerrar inexorablemente la presente transición entre eras.

Al no tener límites ni controles ni una ciber-ética y tan solo nacientes ciber-filósofos, es altamente probable una eclosión de la inteligencia artificial. Ante dicha y casi inevitable inmediatez, considero que estamos obligados a preservar a la persona desde la impostergable regeneración educativa y formativa, con sociedades y gobiernos guiados por el bien y valores trascendentales.

Finalizando, recuerdo la esperanza que nos transmiten las palabras del dramaturgo alemán Bertolt Brecht: “No aceptes lo habitual como natural, porque en tiempos de desorden, de confusiones, de humanidad deshumanizada, nada debe parecer natural, nada debe parecer imposible de cambiar”.

 

Artículo publicado el 18 de agosto de 2021 en Vox Populi

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