La madre, nuestra madre

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Es el don sin par de la naturaleza,
aquel que concibiendo puebla su ser;
su plena existencia es muestra divina, es,
la trascendencia magnífica de los tiempos.
Las grandes y variadas divinidades,
patrimonio cultural , religioso y ecuménico,
fueron, perduran y son feminidades,
y como ellas, las verdades eternas.
La sabiduría, la bondad, la dulzura
la ternura,la belleza, la equidad,
la justicia, la fidelidad,la honradez
la caridad, la alegría y otros obsequios.
Orquídeas y rosas son femeninas y puras,
nos lleva a ella, al amor de madre,
al sentimiento nacido de sus entrañas,
tan pleno y diáfano como celestial.
Hablar de las madres es una eufonía,
honrarlas, una natural obligación,
besar sus pies,un arco iris de sublime gratitud,
es amor filial sin espacios ni condiciones.
Madre es la mayor bendición de mujer,
conciencia y tesoro del alma del buen hijo,
es la perfección de las manos unidas,
tan propio, natural y consustancial
como la blancura respecto al objeto blanco.
Su corazón no sólo late, sella y ama,
intuye,siente y presiente sin fronteras,
nos protege con su inigualable existencia,
divina, hacedora , protectora y generosa.
Así la recordamos y la invocamos,
siempre en su vigilia presente o ausente.
Nos, tan sólo hacemos justicia.
así volvemos a ella, cimentando nuestra plenitud.
En nuestro amado y herido país,
la madre es aún mucho más;
es la esperanza de una población porfía,
que doliente trajina abrigando esperanzas,
la que alienta a sus críos y cobija a sus mayores.
Yo sueño bendecido con mis padres
los encontraré en la luz del día calmo,
a él lo busco, siempre está y me aconseja,
desde su pertenencia y sabia experiencia,
a ella la sigo devoto acariciando,
con el niño que para ella, llevo dentro.
Feliz día de la madre.

Javier González-Olaechea Franco
Perú, 2020,
Tierra de Apus y demás pobladores

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