“Cumpliendo su primer año de mandato, Gustavo Petro invocó a la unidad, obviando toda mención al faenón que lo jaquea”.
No es el realismo mágico, ese género literario con el que García Márquez encandiló al mundo. ¡No! Claro que no. Es el realismo “petrista” contante y sonante, carente de magia. Es el andar de don Dinero Montes de la Coca, aquel caballero arrogante que ingresa a todas las esferas de nuestra región y ante el que poderosos y aspirantes a serlo se muestran muy dispuestos a acuclillarse para recibir tormentas de verdes billetes.
Corría el primer semestre del 2019 y Nicolás Petro Burgos, otrora olvidado primogénito del candidato presidencial Gustavo Petro Urrego, postulaba –portando el apellido como dicen los argentinos– a una diputación, predicando el socialismo del siglo XIX. Tres años más tarde, su padre se lanzaría como candidato para el cargo de presidente de la República de Colombia.
Ambos ganaron y el presidente fue sorteando varios rompemuelles –escándalos– hasta que hace cinco meses la exesposa de su vástago, Daysuris Vásquez, lanzó una potente bomba de racimo –aquella que libera otras pequeñas bombas aumentando el radio del impacto– al declarar que su exesposo había recibido dinero sucio destinado a la campaña de su padre y que –por si fuera poco– se quedó con bastantes billetes.
Respecto de la campaña presidencial, los aportes habrían sobrepasado los topes legales, y Nicolás Petro se dio lujosos gustos con dinero ilegal por cuanto no pudo explicar lo gastado con sus ingresos declarados.
Desatada la megatormenta, el presidente afirmó que no interferiría con las investigaciones y que nadie estaba por encima de la ley, pero, apresado, Nicolás Petro acordó colaborar con la fiscalía, convirtiéndose en un portentoso y temido tenor que deberá cantar todo a capela para aminorar la acusación fiscal ya formulada en su contra por lavado de activos y enriquecimiento ilícito. Daysuris, otra joyita, es investigada por lavado de activos y violación de datos personales por hackear a la esposa del hijo del presidente.
Nicolás se negó a recibir a su padre en la cárcel. El presidente recibió vergonzosamente allí un papelito en el que su primogénito le indicaba que no había nada de qué hablar.
El diputado ha recuperado su libertad con serias restricciones y deberá aceptar todas las consecuencias legales y sociales cuidándose la vida, toda vez que ya soltó un par de pudientes y mafiosos nombres.
Las implicancias de los serios indicios de este sonado caso de concubinato con cárteles son mayúsculas. La oposición parlamentaria sindica al presidente de haber canjeado impunidad por fondos –imputación gravísima–; vale decir, protección y seguridad para capos de la Guajira y de la costa atlántica a cambio de dinero.
Entre tanto, la Comisión de Acusación de la Cámara de Representantes de Colombia –la única instancia facultada para investigar y eventualmente acusar al presidente ante el Senado– ya inició investigaciones preliminares. Presidida por el conservador Wadith Manzur, la comisión cuenta con tres representantes que instruyen el caso e irán incorporando los nuevos elementos conforme se conozcan e, igualmente, la Procuraduría General creó una agencia especial para intervenir en el proceso en curso contra el mandatario.
Con este clima, las reacciones políticas adversas crecen ad portas de las elecciones regionales de octubre próximo, acaso un referéndum de facto para el predicador socialista salpicado también de otros escándalos y que, por cierto, es a su vez un conspicuo portavoz de falsa moralina continental, hermandad que cuenta con políticos peruanos y cuyo silencio es manifiesto a este respecto.
Así, Gustavo Petro arrastra seis frentes; las tres instancias aludidas, su hijo, los ciudadanos y los financistas comprometidos. Deberá responder por su posible vinculación criminal con una red financiera que se despliega con flexibilidad y música tropical en Bogotá, en las extensas y fortificadas fincas o villas costeras colombianas mirando ese apacible atardecer naranja que nos despierta todos los sentidos y los sentimientos más bellos.
Anteayer, cumpliendo su primer año de mandato, el presidente invocó a la unidad, obviando toda mención al faenón que lo jaquea, omisión muy costosa.
Como dirían en Colombia, ¡bien berracos los Petro! Pero ¿hasta cuándo?
Artículo publicado el 09 de agosto de 2023 en el diario El Comercio, Lima, Perú
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