El Comercio: Benedicto XVII

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Ungido papa le preguntarán, ¿con qué nombre quiere ser llamado?. Adopte o no el de Benedicto XVII, el nuevo pontífice no podrá dejar de meditar acerca la trascendencia sin precedentes de las verdaderas razones de la abdicación de su predecesor y actuar con espíritu de acero y decisivo andar en pos de la renovación de la feligresía católica, cuya merma proviene del crecimiento de otros credos cristianos a expensas de ella.

Benedicto XVI impartió una lectio magistralis combatiendo horrores y abdicando, declarándose falto de fuerzas para seguir cargando tamaña cruz. Su hermano sacerdote afirmó que lo hizo por el bien de la Iglesia. Humildad, sabiduría, grandeza y trascendencia.

Muchos intentos para reformar la Iglesia han habido; todos signados por la reforma gregoriana del siglo XI que fijó el carácter absolutista del papa y el celibato sacerdotal. Medianas o divisionistas, cambiaron algo del credo, ritos, estructura y cierta reconciliación entre la fe, la ciencia y la razón. Vivimos un tibio ecumenismo entre iglesias monoteístas inspiradas en el antiguo testamento y con otras fes de masas.

Cooperadores con la veritas fue el lema que asumió Ratzinger cuando fue nombrado arzobispo de Munich, manteniéndolo ya creado cardenal. No deseaba serlo por su condición de consumado teólogo y profesor, único sobreviviente con Hans Kung del Concilio Vaticano II. Mantuvo su vocación espiritual, produciendo decenas de obras teológicas, polemizando con el liberal Habermas y prosiguiendo con sus tres profundas encíclicas.

La veritas desprendida de las sagradas escrituras nos hace libres, comprendiendo explícitamente que trasparenta la crisis de la fe católica y su institución; y promoviendo que su sucesor, signado por esta catarsis, cargue con la cruz del Gólgota.

De la Santa Sede sufrió un sismo cuyo epicentro se encuentra en sus catacumbas y cimientos, basílica renacentista cuyas diez capillas subterráneas no alcanzaron para evitar horrores y publicidad. Abdicando, negando espacio para encubrir, y fulminando el egoísmo, las divisiones y las luchas por el poder vaticanas, hechos graves y tristes recogidos en el informe secreto de tres cardenales no electores, ha indiscutiblemente perfilado al sucesor. Al nuevo papa le tocará la flagelante tarea de leerlo y actuar sin callar.

Benedicto XVII, o quien haga las veces, deberá ser teólogo y gestor, difícil mixtura. Parte con enorme ventaja delas verdades reveladas y deberá ganar confianza de creyentes y respeto de agnósticos y ateos, regenerando la validez universal del mensaje cristiano.

Los debates en este cónclave no discurrirán entre ortodoxos y reformistas, acusará recibo de la decisión tomada por Benedicto XVI, líder que ha empequeñecido con su profundidad, condición humana y sencillez a todo purpurado negacionista. Pocos cataron el talante de quien siempre tímido ha despertado la admiración mundial. Nos brindó esperanzas y dejando al sucesor, el reto y debate sobre el papel de la mujer en la Iglesia, el espacio para los divorciados, el celibato voluntario, la transparencia financiera vaticana, la purificación de la memoria, y finalmente, la relación con otras grandes religiones monoteístas.

El museo de la Reforma, único y situado frente a la catedral de Ginebra desafiándola, muestra un frondoso árbol genealógico muy conmovedor. Ramas desprendidas del mismo tronco. Desafío para también promover el ecumenismo y aceptar finalmente que la fe, la razón, la ciencia y las necesidades de nuestra era, equívocamente llamada post moderna, no son incompatibles, acaso complementarias.

Finalmente, es injusto y falto de verdad atribuir estos males ultramontanos sólo a Roma. Es el hombre quien comete injusticias. La Iglesia acarrea desde antiguo graves problemas y confronta serias acusaciones. No hay novedad en el contenido, sí en la publicidad, propia de la velocidad de la noticia, y también en el hecho que las conciencias heridas ya no callan para que otros no vivan sus calvarios.

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